Esta semana, Madrid volvió a ser sede de una edición de Fitur, una de las ferias turísticas más importantes del mundo. En la que hubo, como es habitual, una relevante presencia canaria, una comunidad donde el turismo es, desde hace más de medio siglo, vital para su economía y para su empleo. Una circunstancia que obliga a Canarias a una permanente reflexión (y actuación) sobre el que es, con diferencia, su principal sector económico. Para diversificar y cualificar su oferta. Para mejorar la calidad de sus puestos de trabajo y elevar la remuneración de estos. Para que no ocupe más territorio, favoreciendo la renovación de la planta. Para que sea descarbonizado y sostenible. En definitiva, para que tenga presente y, también, futuro.
La pandemia de la Covid 19 paralizó la movilidad para salvar vidas y nos dejó prácticamente sin turismo en el año 2020. Con un efecto devastador sobre el tejido empresarial y sobre el empleo, afortunadamente atenuado por las ayudas públicas a las empresas y los ERTE. Se produjo entonces una espectacular caída del PIB canario, del 19%, de la que ya nos hemos rehecho a mediados del pasado año.
Tras la relevante recuperación experimentada en el 2022, en el pasado 2023, sin estar aún los datos definitivos, todo apunta a que se estará en torno a 16 millones de turistas y a cifras récord, también, de gasto, muy por encima de los 20.000 millones de euros.
Los datos ofrecidos por el Instituto Canario de Estadística (ISTAC) respecto a la ocupación hotelera del año 2023 confirman más de 13,5 millones de viajeros hospedados. En esas cifras del ISTAC, evidentemente, no se contabilizan los hospedajes correspondientes a las viviendas de alquiler vacacional, con cada vez mayor peso en las Islas, suponiendo ya más del 35% de la oferta alojativa del Archipiélago.
Disfunciones
Sin embargo, todas esas macro cifras no pueden ni deben esconder las disfunciones que genera el turismo (las tienen todas las actividades económicas, sea la agricultura o la industria, que ocupan territorio, generan residuos o consumen agua y energía) y la necesidad de no obsesionarse con batir récords que someten a una gran tensión al territorio y al medio ambiente, que contribuyen a un desmesurado crecimiento demográfico – como ha sucedido especialmente en Fuerteventura y Lanzarote, aunque no solo en esas islas-, que afecta a los servicios públicos, a las infraestructuras, a la movilidad o al consumo de energía y agua; unos récords que, paralelamente, no parecen reducir nuestros altos niveles de pobreza y desempleo. Unas disfunciones que, como está ocurriendo en otros destinos turísticos significativos del mundo, comienzan a despertar un cuestionamiento ciudadano sobre los beneficios del turismo para las poblaciones locales. Por eso, las políticas turísticas que se limitan a contar turistas están condenadas al fracaso.
No es deseable la turismofobia ni la completamente injustificada nostalgia de un pasado pre turístico que era bastante peor, con mucha mayor pobreza y cíclicas migraciones de decenas de miles de canarios hacia otros países. Tampoco lo es, en mi opinión, el aplauso acrítico “a lo que hay”, el inmovilismo, la negativa a afrontar cambios que resultan imprescindibles para que el turismo continúe jugando su fundamental papel y sea cada día más útil al conjunto de la sociedad canaria.
Cuando se habla del turismo, de su presente y de sus perspectivas de futuro, se tiene que hablar, necesariamente de aspectos como la cualificación del empleo y su remuneración, la mejora de su productividad, la capacidad de crecimiento y la necesidad de poner límites a este, la diversificación de la oferta, la renovación de la planta obsoleta o la rehabilitación de las ciudades turísticas.
Afrontando, además, fenómenos, como el alquiler vacacional, que se han desarrollado de manera muy importante en la última década, con datos de oferta de camas que se acercan ya a los números del sector hotelero. Debe estar adecuadamente regulado, evitando la gentrificación de nuestros barrios y la expulsión de población residente por falta de viviendas en régimen de alquiler. Impidiendo, en cualquier caso, la proliferación de edificios dedicados exclusivamente a esta actividad que realizan una competencia desleal con el sector hotelero, no generan apenas empleo y tampoco redistribuyen renta entre la población local. Así como poner límites a la venta de viviendas a extranjeros no residentes.
Hace veinte años, tras un intenso y fructífero debate social, en Canarias logramos la aprobación de las directrices de ordenación del turismo. Sus elementos centrales -la renovación de la planta alojativa obsoleta, la actualización y mejora de las ciudades turísticas, la diversificación y la cualificación de la oferta, la permanente formación del personal…- siguen siendo válidos. La ley de las directrices incluía, asimismo, limitaciones al crecimiento turístico, condicionados a criterios de calidad. La obsesión por lo cuantitativo solo lleva a impactos negativos en el medio natural y en los entornos urbanos, incremento en la generación de residuos, aumento de vertidos al litoral, así como en los consumos de electricidad y agua, problemas de tráfico en las carreteras o saturación de los servicios sanitarios.
Planificación
Estoy convencido de que sacar adelante las tareas de una renovación sostenible exige, necesariamente, recuperar la planificación urbanística municipal, así como la territorial, en el ámbito comarcal e insular. Se ha optado, con la Ley del Suelo de CC y PP, por la peligrosa vía de abandonar el urbanismo de planeamiento, sustituido por el urbanismo de proyecto. Lo que prioriza la realización de cualquier tipo de proyecto sin tener en cuenta las determinaciones de los planes de ordenación para el suelo en el que se pretende ubicar.
Desde NC-bc hemos propuesto alcanzar un Acuerdo Canario por un Turismo Sostenible, que defina las líneas maestras del desarrollo del sector en las próximas décadas. Y que cuente con el aval del Ejecutivo, de los grupos parlamentarios, de las corporaciones locales y de los empresarios y sindicatos, así como de las universidades canarias. Abordando asuntos como rehabilitación de las ciudades turísticas, modernización y renovación de la planta alojativa, parámetros de calidad, formación y empleo, descarbonización y digitalización del sector, a los que podría contribuir una ecotasa de carácter finalista consensuada y con amplio respaldo.
Nuestra climatología, nuestras playas y el conjunto de nuestra privilegiada naturaleza constituyen poderosos atractivos para quienes eligen a Canarias como destino de sus vacaciones. Debemos preservarlas como parte esencial de nuestra identidad como pueblo y, asimismo, como elementos clave de nuestro modelo económico. Evitando más ocupación del territorio y con un crecimiento condicionado a las realidades insulares. frenando un crecimiento sin límites que se vuelve en contra de ambos. Hoy nuestro Archipiélago destaca no solo por ser destino de sol y playa sino también por una significativa oferta deportiva, cultural o gastronómica. Somos conscientes, además, de que el turismo tiene continuamente que actualizarse y reinventarse. Un turismo que en Canarias constituye una actividad que tiene mucho futuro solo si es claramente sostenible, descarbonizado, digitalizado, responsable y de calidad. De manera que impacte de forma nítidamente positiva en la sociedad y sea fuertemente apreciado por esta.
Román Rodríguez es presidente de Nueva Canarias-Bloque Canarista (NC-bc).