Las predicciones de los expertos señalan que Canarias podría tener en 2037 unos 2,6 millones de habitantes. Es decir, que dentro de apenas catorce años contará con casi 350.000 personas más que actualmente, lo que supone un crecimiento en ese corto periodo temporal del 15,5%. No porque se produzca un brusco cambio de tendencia en la natalidad, sino fruto, fundamentalmente, de movimientos migratorios, de hombres y mujeres que vendrán a las Islas a buscar trabajo o a residir, y que procederán, de forma mayoritaria, del Estado español y del conjunto de la Unión Europea. Esto impactará sobre los servicios públicos sanitario y educativo, que verán incrementada la actual demanda. Junto a ello, el territorio y el medio ambiente sufrirán la presión que supone la población residente sumada a la de los millones de visitantes anuales: mayor consumo de agua y de electricidad, más volumen de residuos sólidos y de aguas a tratar, mayores dificultades de acceso a la vivienda, más coches circulando por nuestras carreteras…
En las últimas décadas, en el Archipiélago hemos crecido poblacionalmente de forma muy importante. De los 1.667.400 del año 2000 a los 2,23 millones del 2019, un incremento del 32%, duplicando el aumento del conjunto del Estado. En el mismo periodo, el País Vasco aumentaba su población apenas un 5%. La otra gran comunidad turística, Baleares, lo hacía en un 45,79%.
Con incidencia nítida en la renta per cápita. Si el PIB canario creció entre 2000 y 2109 (antes del enorme retroceso que supuso la pandemia) en un 81,73%, el ingreso per cápita lo hizo un 36,48% en ese mismo periodo, 45 puntos porcentuales de diferencia. Mientras que, en el Estado, el PIB creció un 92,25% y el PIB per cápita un 60,4%, una diferencia (menos de 32 p.p.) mucho menor. En el caso de Euskadi su PIB creció un 81,95% entre 2000 y 2019 y su PIB per cápita un 73,72%, apenas ocho puntos porcentuales de diferencia. Ahora, en 2022, las estimaciones señalan que hemos prácticamente recuperado el PIB de 2019, con 46.951 millones, un crecimiento del 10,07% respecto a 2021, casi duplicando el 5,3% de media estatal.
Fuerteventura duplica.
En lo que va de siglo, el crecimiento en habitantes ha sido muy desigual entre islas. Fuerteventura prácticamente ha duplicado su población. Lanzarote crece por encima del 60%, mientras que Tenerife supera el 30% y Gran Canaria tiene un más moderado 15%. Menor que el de El Hierro (32,4%) y La Gomera (18,8%). La Palma permanece estancada, con un aumento de apenas el 1%. La Graciosa también ha aumentado su población residente en casi un 20%.
Con respecto a la población extranjera, esta supone hoy el 42,7% en Fuerteventura, el 30,2% en Lanzarote y cifras menores en el resto de las islas. 18% en La Gomera, 16,3% en Tenerife, 14,3% y 12,2% en El Hierro. Con el porcentaje menor en Gran Canaria, con un 9,2%. Del global, el 14,5% procede de Italia, el 9,8% del Reino Unido, el 8,6% de Venezuela y el 8,3% de Alemania. Con porcentajes más bajos aparecen Colombia (6,2%), Marruecos (6%), Cuba (5,4%) o China (3,1%). Se impone nuestro carácter de pueblo con pasado emigrante y que hoy acoge a hombres y mujeres que, procedentes de los lugares más diversos, vienen aquí a trabajar y a proyectar sus vidas.
¿Es posible modificar esas tendencias demográficas? Parece muy complicado si persistimos en el actual modelo. Con una economía volcada en el turismo de masas, con escasa diversificación y con poco peso comparativo del resto de los sectores. Habría que insistir en la apuesta por la calidad frente a la cantidad en el turismo, en la renovación y en no ocupar más territorio. Así como en el crecimiento paralelo de las actividades intensas en conocimiento o del sector primario, aspirando a alcanzar los mayores niveles de soberanía alimentaria. Lo mismo que sucede en el plano energético, donde tenemos condiciones para ser menos dependientes y contaminantes gracias a la extensión de la eólica -terrestre y marina- y la fotovoltaica, así como con el gran aporte en el camino de alcanzar la soberanía energética que supondrá la central hidroeléctrica de Chira, actualmente en construcción, a la que se deben sumar otras en otros territorios; sin olvidar el avance del hidrógeno como estratégico generador de energía a medio plazo.
Siendo plenamente conscientes, eso sí, de que el turismo va a seguir siendo nuestro principal sector de generación de economía y de empleo; de que es mejorable, pero también insustituible. Siendo plenamente conscientes de que el turismo debe ser un firme aliado del desarrollo sostenible o estará cuestionando su propia existencia. Siendo plenamente conscientes de que nuestro clima y nuestros parques nacionales y naturales, nuestras playas y campos son importantes como atractivo para quienes nos visitan. Pero son, sobre todo, patrimonio de este pueblo y elemento de su identidad que estamos obligados a preservar y legar a los canarios y canarias de mañana.
Servicios públicos.
La Canarias de 2037, la Canarias de las próximas décadas de este siglo XXI, va a depender en buena medida de las decisiones que tomemos, de cómo vayamos haciendo las cosas desde hoy y desde aquí, de qué prioridades establezcamos y qué políticas impulsemos en los más diversos ámbitos. Huyendo de triunfalismos y de catastrofismos que resultan igual de paralizantes, que no sirven para superar los déficits, que no llevan a nada positivo. Con compromisos transformadores que mejoren la vida de la gente.
Es así en los servicios públicos, optando por un modelo de fiscalidad progresivo y justo que posibilite su financiación; que siga haciendo sostenibles y universales la educación, la sanidad o los servicios sociales. Servicios públicos que contribuyen a alcanzar unos mayores niveles de equidad que benefician a toda la sociedad. Modelo que se enfrenta al de los que proponen reducir demagógicamente impuestos y que, con mayor o menor disimulo, pretenden debilitar lo público para beneficiar intereses privados. Un buen ejemplo son las cuentas públicas de estos cuatro últimos años. En las iniciales de 2023 suponen 10.180 millones de euros, un 21% del PIB canario, aportando 7.478 millones a las políticas sociales.
Lo es, asimismo, en los asuntos territoriales y medioambientales. Apostando por las energías renovables, por la movilidad sostenible (combinando guaguas, tranvía, taxis, bicicletas… e incorporando los trenes), por la economía verde y circular, por la descarbonización, por la seguridad hídrica, por la lucha consecuente y permanente contra la crisis climática. Afrontando el correcto tratamiento de los residuos o la depuración de aguas, pero también reflexionando y actuando sobre el urbanismo, con la necesidad de recuperar el planeamiento insular.
Se encuentra en nuestras manos, en las de los canarios y canarias, diseñar el futuro que queremos en el marco de nuestra capacidad de autogobierno, de las competencias que tenemos en diversos ámbitos institucionales; y las que se puedan incorporar en su momento. Las políticas de cuidados y la mayor equidad social, la sostenibilidad ambiental y territorial, la diversificación económica, los avances en soberanía alimentaria y energética, la seguridad hídrica, la apuesta por la educación y la cultura, la plena igualdad entre mujeres y hombres, deben ser algunos de sus componentes esenciales. Implementar políticas que supongan avances en ese camino precisa de mayorías sociales y políticas, de acuerdos de país, necesariamente amplios y plurales como lo es nuestra sociedad.