En Nueva Canarias hemos ido incorporando progresivamente, en debates de la organización y en intervenciones públicas, el término canarismo. Una incorporación que es consecuencia de distintas reflexiones colectivas internas que hemos venido realizando en los últimos tiempos; escuchando atentamente, asimismo, interesantes aportaciones externas. Me parece muy útil para tratar de definir con más precisión y amplitud nuestra concepción del espacio sociopolítico del que formamos parte. Soy consciente de que todos los cambios suelen provocar incertidumbres y controversias, apoyos y resistencias. En esta ocasión también ha ocurrido y son variadas y hasta antagónicas las interpretaciones que se vienen llevando a cabo en algunos medios de comunicación o en otros foros.
En primer lugar, hay que señalar que no se trata en ningún caso de renunciar a nuestra historia ni de rebajar nuestras aspiraciones, actuaciones ni objetivos. No se trata de borrar lo que nos veníamos considerando, nacionalistas, sino de complementarlo, actualizarlo y ampliarlo a las realidades de esta etapa del Siglo XXI, incorporando más gente a este espacio. Lo acaba de refrendar nuestro V Congreso Nacional en su ponencia política y en una resolución específica sobre el asunto, Del nacionalismo al canarismo. Textos en lo que reafirmamos nuestra convicción en la capacidad de los hombres y mujeres de Canarias para autogobernarse y transformar esta sociedad con notables desequilibrios que debe transitar hacia mayores cotas de bienestar y equidad.
En nuestro reciente evento congresual recordamos la trayectoria de organizaciones que nos precedieron desde la transición. La Unión del Pueblo Canario (UPC) que defendía un nacionalismo de raíz autodeterminista y de izquierdas. Otras propuestas que también alcanzaron un significativo apoyo social y electoral, en ámbitos locales o insulares, como Asamblea de Vecinos (AV) luego Asamblea Canaria (AC), Roque Aguayro (RA), Agrupación Herreña Independiente (AHI) o Asamblea Majorera (AM), que se ubicaron siempre en el lado de la reclamación del máximo autogobierno para las Islas.
Coincidiendo, eso sí, autodeterministas y autonomistas, en el compromiso firme con la mejora del bienestar de la ciudadanía, así como en reivindicaciones laborales, pacifistas, feministas, ecologistas o a favor de los servicios públicos. Y en que no se sustentaban en componentes étnicos o excluyentes, sino en la reivindicación de la identidad canaria, y en su carácter democrático, plural y acogedor.
Transversal
En los documentos y en los debates del V Congreso analizamos diversos hitos que se han producido desde mediados de los años 80 hasta hoy. Entre ellos, la creación de Iniciativa Canaria (ICAN) en 1991, aglutinando a gran parte del nacionalismo de izquierdas de entonces (autodeterministas y autonomistas, con mayoritaria presencia de estos últimos); o la constitución de Coalición Canaria en 1993, en su momento el proyecto más unitario, más transversal, más equilibrado en lo ideológico y también en lo territorial. Su deriva hacia posiciones conservadoras y hegemonías territoriales dio lugar a la creación de Nueva Canarias en 2005.
Las etiquetas suelen pesar, y mucho. Un análisis desapasionado de la práctica política de ese espacio nos obligaría a concluir que en los últimos treinta años lo que ha existido es fundamentalmente defensa del autogobierno. Y ello no supone ningún menoscabo, sino reconocer una realidad. Tanto Coalición Canaria como Nueva Canarias han dedicado buena parte de sus esfuerzos a tratar de consolidar y ampliar el autogobierno. Han estado permanentemente vigilantes con el Estado para que este cumpla con Canarias y no se produzcan retrocesos. Ese espacio ha sido esencial en las reformas estatutarias de 1996 y de 2018, en la consecución del REF fiscal de 2014 y del nuevo REF económico de 2018. Así como en la reclamación de un tratamiento justo en los Presupuestos Generales del Estado. Y en lograr un trato diferencial en la UE, con la consecución de nuestra condición de RUP. Lo que ha supuesto indudables conquistas para nuestra tierra.
Hemos avanzado en la consolidación de las instituciones canarias, su Parlamento y su Gobierno, como referentes potentes de autogobierno para su ciudadanía. Pero, reconozcámoslo, mucho menos en nuevas definiciones del modelo de relación con el Estado, salvo en posicionamientos teóricos en torno a un federalismo asimétrico y alguna tímida propuesta sobre la evolución de Canarias hacia un futurible estado asociado. El inmovilismo constitucional del Estado español tampoco ha ayudado mucho. No lo ha hecho ni parece que vaya a hacerlo en el próximo período, máxime con el peligroso avance de una formación claramente autoritaria y profundamente centralista que desea volver al modelo territorial del franquismo. Combatirla es un deber del canarismo.
Dique frente al olvido
Por tanto, al nacionalismo le ha correspondido ejercer sobre todo como dique de contención frente a los frecuentes maltratos y olvidos del Gobierno central; y como expresión más comprometida con el autogobierno y los derechos de Canarias. Entre otras cosas, por ser la única formulación que en Madrid vota sin tener que consultar a sedes partidarias centrales; la única en la que todos sus programas están hechos en Canarias y para Canarias, no un anexo en los folletos electorales o ni siquiera eso. Pese a su pequeño peso numérico ha sido determinante en numerosas ocasiones para que se nos escuche y atienda justamente. Si no existiera habría, con toda seguridad, que inventarlo.
En Nueva Canarias incorporamos el término canarista como superador, ampliador y aglutinador. Sin exclusivismos de ningún tipo. Convencidos de que es un ámbito no solo de los partidos que así lo decidan, sino también de otros colectivos y personas. Que no es monocolor en lo ideológico, aunque sí progresista y transformador. Que en él pueden compartir espacio grupos municipalistas y organizaciones de carácter insular, nacionalistas, autonomistas o autodeterministas. Que nos puede y debe unir la estricta obediencia canaria y la ambición de mayor y mejor autogobierno, así como el avance en las soberanías políticas, económicas, alimentarias o energéticas.
Un canarismo, como señalamos en la referida resolución congresual, con voluntad de defender e intentar representar los intereses del conjunto de la sociedad canaria, “jóvenes y pensionistas, personas con trabajo y desempleadas, urbanitas y gentes del mundo rural, pequeños y medianos empresarios, autónomos y profesionales liberales, trabajadores de la cultura, canarios y canarias de la diáspora, nacidos en las Islas o canarios de adopción”. Y que siempre debe atender a las realidades insulares y hacerlo plenamente compatible con un proyecto nacional canario; y para ello son imprescindibles organizaciones de obediencia canaria con amplio apoyo ciudadano.
Un canarismo que no nos acerca al regionalismo de formaciones como PRC, UPN o Foro, nuestros planteamientos son bien diferentes. Pero que tampoco se identifica con PNV, ERC o BNG, ni sus proyectos, que responden a las realidades de sus respectivos territorios. Nosotros tenemos la nuestra, la más singular y diferenciada, pese a no haber sido considerada Canarias nacionalidad histórica ni contar con idioma propio.
Un canarismo capaz de negociar y acordar con los partidos democráticos estatalistas, pero sin la menor ambigüedad en el rechazo firme a la extrema derecha centralista, racista, xenófoba y machista. Un canarismo que quiere contar con un fuerte peso en las instituciones de las Islas, que pretende gobernar en cabildos y ayuntamientos, y ejercer como constructiva oposición donde nos corresponda; que quiere, también, disponer de una amplia representación en el Parlamento de Canarias y gobernar nuestra nacionalidad. Pero que, asimismo, debe aspirar, resulta imprescindible, a disponer de una sólida y amplia representación en el Congreso de los Diputados y en el Senado, así como tratar de conseguir representación en el ámbito europeo.
Un canarismo fuerte y organizado, con amplia base social, sin tutelas exteriores. Un canarismo que quiere que el pueblo canario y sus instituciones tomen en cada momento las decisiones fundamentales sobre su presente y sobre su futuro. Un canarismo completamente implicado en la mejora de las condiciones de vida de los canarios y canarias, superando lacras como la elevada pobreza, los reducidos salarios o los insuficientes niveles educativos. Comprometido con nuestra identidad y profundamente feminista y ecologista. Tenemos muy claro que para construir la nación canaria deben ir indisolublemente de la mano avances nacionales y avances sociales. Ese es el canarismo político que queremos y del que pretendemos formar parte activa. Ese es el mandato de nuestro V Congreso.