LA REALIDAD DE UN AGRICULTOR NORTEÑO EN LA ISLA DE LANZAROTE

Lanzarote, una isla donde la actividad agrícola empezó muy temprano,
donde en épocas atrás, cualquier lugar cultivable era aprovechado por el
humano; una isla, que, por la dificultad de su territorio, escarpado,
árido y volcánico, obligó al agricultor a desarrollar técnicas propias
de cultivo, hoy enseña al mundo sólo los vestigios de una actividad que
muere cada día.

Tras el confinamiento al que nos obligó el COVID19 en el año 2020,
muchas personas, buscaron salida residencial hacia el espacio abierto,
lo que ha tenido como consecuencia que mucha parte del suelo agrícola
cultivable pase a tener sentido urbanístico, encareciendo el precio del
suelo agrícola, siendo por tanto imposible adquirir una finca para su
trabajo, lo que supone no dejar crecer la agricultura ni dejar crecer a
las personas como agricultores o agricultoras.

¿Y qué decir del agua?, cada día vemos noticias de cortes de suministros
en los pueblos, pero si ponemos el foco en la parte agrícola, para la
cual el agua es indispensable para la vida del cultivo, el panorama es
aún peor, encontrándonos con una falta de garantía en el riego, puesto
que el suministro de agua agrícola te puede llegar o no, con la
imposibilidad de planificar un calendario de riego y ya las lluvias van
escaseando hace años. Y no hablemos de las fincas que en el Municipio de
Haría llevan una década pendiente de dotación de punto de conexión con
agua agrícola, hecho que implica que dichas fincas no sean explotadas
agrícolamente.

Este abandono agrícola, sumado con las restricciones a la cacería, tiene
incluso sus consecuencias a la propia agricultura en sí, suponiendo uno
de los mayores riesgos y es que el daño que podían causar los animales
como cuervos, perdices y palomas a la cosecha, antes estaba repartido al
cultivarse casi el 100% del suelo agrícola de la isla, mientras que
ahora este daño se concentra en aquellos pocos cultivos que se
encuentren en la isla, esos llamados oasis agrícolas que son el vergel
de los animales. Y no sólo los animales son una amenaza para el cultivo,
siéndolo también el hombre que provoca esos robos de cultivos en las
noches, destrozando todo lo que encuentra a su paso o haciendo ese mal
uso del suelo por desconocimiento de las técnicas específicas de cultivo
de cada lugar cultivable.

Lanzarote no puede permitirse perder la agricultura, y esto quedó
demostrado durante 2020, no sólo el turismo puede ser el motor económico
de una isla, también debe tener sus propias actividades primarias.
Nuestra agricultura necesita promoverse, necesita enseñarse a las nuevas
generaciones el cuidado del campo, necesita pasar de generación en
generación y sobre todo necesita de nuestras administraciones.

Es urgente que se tomen medidas, y no sólo hablo de incentivos
económicos, sino medidas realistas, como dotar de punto de agua de
conexión agrícola a todo suelo cultivable que se quiera explotar,
garantizar el suministro de agua agrícola de forma estable y permanente,
sin cortes ni interrupciones, impartir formación de técnicas de cultivo
y cuidado del campo a los nuevos agricultores, establecer la figura de
guardias rurales que garanticen seguridad a los cultivo o cámaras de
vigilancia, estas junto con otras medidas podrían suponer una salvación
a nuestra agricultura, actividad en decadencia y abandono, pero
necesaria para la supervivencia de la vida.

Bruno Santana, militante de NC-bc en Haría y agricultor del municipio.