Artículo de opinión de la diputada de NC-BC Esther González

Mentira y manipulación: la muerte de la democracia

Vivimos tiempos convulsos. La política, la economía y hasta la vida
cotidiana están cada vez más atravesadas por la desinformación. Y no
hablo sólo de los bulos que circulan a velocidad de vértigo en las redes
sociales, donde una mentira bien construida se comparte más que un hecho
comprobado. Hablo también de la falta de rigor que a veces muestran
ciertos medios, que en ocasiones pueden verse condicionados por
intereses económicos o políticos. Y eso, en una democracia, que ya
muestra algunos síntomas de debilidad, es un riesgo que no podemos
permitirnos.

La democracia necesita una ciudadanía informada, capaz de tomar
decisiones libres y conscientes. Y esa capacidad depende, en gran
medida, de que los profesionales de la comunicación realicen su trabajo
con rigor, con ética y con responsabilidad social. No es una cuestión
menor: si la información se degrada, la democracia se degrada.

No podemos resignarnos a que la información se convierta en un producto
manipulado al servicio de intereses privados o partidistas.

No nos engañemos: las noticias falsas ya no son un fenómeno marginal. Se
han convertido en un instrumento de poder. Quien controla el relato,
controla la opinión pública. Quien controla la opinión pública, controla
el rumbo de las sociedades. Por eso vemos campañas organizadas que
difunden bulos sobre cuestiones sociales_, económicas o políticas de
gran relevancia, con el objetivo claro de sembrar miedo, dividir y
debilitar a la sociedad, al menos a quienes defendemos una sociedad más
justa__._

También en Canarias, como en el resto del Estado. A modo de ejemplo,
cuando una noticia falsa sobre economía o cualquier otro ámbito se
extiende, puede afectar a decisiones de inversión, empleo, incluso al
consumo familiar o a las decisiones en el ámbito al que nos refiramos.”

El periodismo tiene una responsabilidad que va mucho más allá de “dar
titulares”. Su función no debería ser alimentar la polarización ni
convertir la realidad en un espectáculo. Su función es iluminar, dar
contexto, investigar y, sobre todo, servir a la ciudadanía.

Existen también muchos profesionales que, con gran esfuerzo y a menudo
con recursos limitados, mantienen viva la esencia del periodismo:
investigar, contrastar y ofrecer información veraz a la ciudadanía.

La democracia está en peligro cuando la mentira se normaliza. Y hoy la
mentira se normaliza demasiado rápido. Por eso nos corresponde exigir a
aquellos profesionales de la comunicación que han abandonado el rigor,
la veracidad y la valentía, que la recuperen. Que recuerden que su
compromiso no es con los gobiernos ni con las empresas, sino con la
sociedad.

La información debe primar siempre sobre cualquier interés. Y eso
significa apostar por periodistas formados, con condiciones laborales
dignas y con independencia real.

La ciudadanía también tiene un papel activo: verificar antes de
compartir, contrastar fuentes y apoyar a los medios que apuestan por la
independencia y la calidad.

En resumen, el futuro de nuestra democracia depende, en gran medida
también, de la calidad de la información que consumimos. Si los bulos,
la manipulación y el espectáculo sustituyen al buen periodismo,
perderemos algo más que el derecho a estar informados: perderemos la
capacidad de decidir con libertad, y cuando la verdad calla, la
democracia muere.

Esther González González, diputada de Nueva Canarias-Bloque Canarista en
el Parlamento de Canarias.